Cuando respiramos profundamente, el eire baja por la tráquea y entra a la parte central del pecho. Allí, la tráquea se divide en dos, luego cuatro, luego ocho y finalmente en cientos de miles de pequeños conductos (bronquios) en cada pulmón. Al final de cada conducto hay una bolsa diminuta (alveolo). Los pulmones saludables tienen cientos de millones de estas bolsitas (alveolos).
Cuando los abogados de La Firma explican al jurado la anatomía de los pulmones, usan el ejemplo de un roble invertido (porque la corte y nuestras oficinas están en Oakland – la tierra de los robles – y el árbol es el emblema de la ciudad). La tráquea es como el tronco grande que se divide un sin número de veces en ramas (conductos) y en ramitas (pequeñas aerovías), hasta que al final de cada ramita, hay una hoja (alveolo). Cuando sopla el viento, las hojas se mueven.
De manera similar, el aire que aspiramos atraviesa todo el pulmón hasta los alveolos. El oxígeno que está en el aire es transportado a través de de las paredes de los alveolos y entra a las células rojas en los vasos sanguíneos (capilares), que rodean cada alveolo.
El corazón bombea la sangre, rica en oxígeno, a través del cuerpo y podemos hacer cosas como correr cuesta arriba, lanzar una pelota, o explorar la red electrónica.
Uno de los productos secundarios de todas estas actividades es el aumento del “humo del tubo de escape” (bióxido de carbono) en las células del cuerpo. Las células rojas de la sangre recogen el bióxido de carbono en lugar del oxígeno que entregan.
Así que hay dos procesos que están trabajando cuando respiramos. Los vasos sanguíneos transportan la sangre, rica en bióxido de carbono y pobre en oxígeno, hasta los alveolos. Y, en el proceso invertido, el bióxido de carbono sale por las paredes de los alveolos y entra en las aereovías, y, cuando exhalamos sale por la tráquea.
Los pulmones se expanden y se contraen mientras respiramos, pero nuestras costillas se mantienen relativamente inmóviles. La pleura, o el forro entre los pulmones y las costillas, tiene un líquido lubricante. Este líquido permite un deslizamiento libre entre las costillas y los pulmones. Es fácil imaginarse que si la pleura se lastima o se inflama, el respirar se torna muy doloroso.
Sin embargo, cuando estamos saludables, respirar es fácil – tan fácil que ni siquiera pensamos en él.